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Yo sólo pido…

21/07/2023

Hernando F. Calleja

Yo solo pido que la próxima legislatura no se parezca en nada a la que acabamos de dar cerrojazo. ¿Les parece poco o mucho? Siendo poco en mi opinión, me parece mucho pedir, después de estos últimos cuatro años mal contados (y mal vividos). Creo que la causa está en la mal llamada clase política que, ni siquiera en una situación extrema como la epidemia de Covid 19, supo estar a la altura. Pienso en los más de 140.000 muertos, en su inmensa mayoría inevitables, y creo que ni siquiera este ensayo apocalíptico ha sido capaz de hacer reflexionar a los políticos. Y me pregunto ¿si una catástrofe de esa magnitud no hizo cambiar de actitud a los representantes de la ciudadanía española, ¿qué habría de pasar para que reflexionen y vuelvan a acercarse, a integrarse con la gente?

Podría teorizar sobre el origen de esta disolución, de esta falta de empatía de los políticos entre sí y de los políticos con los ciudadanos españoles. Para mí, el punto de partida está en los crueles atentados de Atocha, el 11 de marzo de 2004, en que un gobierno falaz y una oposición de un oportunismo indecente acabaron de un plumazo con una etapa de concordia y progreso. Desde entonces no ha habido más que una sorda rivalidad de la que los únicos beneficiados (¡y de qué forma!) han sido los que entonces y merecidamente, habitaban los confines de la política.

Pero no hay tiempo para volver la mirada 20 años atrás, sino para avizorar cuánto tardaremos en volver a encauzar la convivencia, en remitir la política a sus debidos límites, en restaurar la vida ciudadana desde el respeto al otro, a sus ideas, a sus peculiaridades de toda índole y sobre todo, en cómo hacerlo desde la libertad, desde la real participación de los ciudadanos, desde la limpieza de la política. De abajo arriba, no de arriba abajo. Quiero decir que es la propia ciudadanía la que tiene que hacer reaccionar a la dirigencia del país y no al contrario.

Hemos padecido unos políticos mediocres, ineficaces, torpes, sin ojos ni oídos para la sociedad que creyó en ellos y los llevó a las instituciones. Unos políticos que desprecian, porque les temen, a los competentes, a los experimentados, a los generosos, a los respetuosos, a los que no imponen la ideología a los sentimientos… Y lo han hecho mediante el abuso que les facilita un sistema electoral que premia el borreguismo ciego sobre las actitudes inteligentes y, por ello, críticas.

Ya sé que estas elecciones (da igual que lean esto antes o después de ellas) no van a resolver por sí mismas ese relevo imprescindible de unos políticos cuyo signo distintivo ha sido la mezquindad. Pero también sé que desde el minuto uno tras el recuento, los ciudadanos tienen que echarse al hombro la tarea de impedir que vuelva a pasar lo mismo, que nadie les digan displicentemente, ya habéis hecho lo que os corresponde, que es votarnos, ahora dejadnos en paz.

Al fin y al cabo, el sentido de pertenencia a una sociedad no es intermitente, no está sujeto a calendarios de participación. En nuestro caso somos españoles todos los días y todas las horas de cada día. Aunque a veces nos pese.

Yo solo pido…

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