Hernando F. Calleja
Cuando despertaron (de la borrachera electoral) el dinosaurio todavía estaba allí. Espero que mi admirado Augusto Monterroso no se me enfade por citar su cuento de manera casi textual.
Y el dinosaurio que ha velado el sueño erótico de poder de los dos principales aspirantes a encabezar el gobierno, efectivamente sigue ahí proyectando su enorme sombra sobre lo venidero, porque las estrategias políticas no sirven para curar heridas profundas, como son la mayoría de las económicas que padecemos.
Esta semana, nuevas subidas de tipos por parte de la FED y del BCE, que siguen empeñados en reconducir la inflación que ellos mismos ayudaron, ¡y de qué manera! a disparar. Y en un horizonte no lejano, la certeza de que el futuro gobierno tendrá que comenzar a recortar el déficit sistemático, que no solo trae causa de la pandemia de Covid 19, sino también de una manera dispendiosa de gobernar, como si no hubiera que devolver la deuda a la que ha apelado con tanta insistencia y con tanta imprudencia.
Sé que a un político no le consuela ganar y no gobernar, pero si el señor Feijóo lo piensa bien, con las bridas del gasto sujetas por los hombres de negro de Bruselas, a lo mejor ha tenido suerte, porque el señor Sánchez tuviere que tomar el ricino de los ajustes presupuestarios, de negar el dinero que le piden para comprar una mayoría en el Congreso y de aguantar que el Senado le maree sus proyectos legislativos, si es que tiene alguno. (Aunque esto último, siendo un maestro del decreto-ley, le importará menos).
El Gobierno del señor Sánchez quería aprovechar la presidencia española del Consejo la UE para dulcificar las exigencias que supondrían volver sin más a la situación anterior a la pandemia, mediante la laxitud en la reducción del déficit y un calendario benévolo para desescalar la inmensa mole de deuda. Se va a consumir gran parte del mandato con un gobierno en funciones y una debilidad política evidente. Eso resta capacidad de persuasión dentro y fuera de nuestras fronteras.
Sin muchas posibilidades de subir el gasto por encima del 2,4 o el 2,5 por ciento, resultante de un crecimiento del PIB a medio plazo de ese orden ¿qué respuesta puede obtener de sus circunstanciales socios? Acostumbrados como han estado en la anterior legislatura a la largueza del gasto para cada una de sus exigencias ideológicas, tácticas y estratégicas, va a ser difícil convencerles de que no habrá dinero para tanto como exigen. Y el gobierno ni siquiera podrá obtener los excedentes fiscales que logró el año pasado por la no deflactación de los impuestos, porque la media de inflación de este año será más o menos la mitad de la de 2022.
“El dinosaurio todavía estaba allí” (y seguramente con peor humor).
No hay quien espante al dinosaurio