Hernando F. Calleja
Mediados los años ochenta del siglo pasado, un aguerrido comando formado
por tres periodistas españoles fuimos invitados por la OTAN a participar en
La guerra de las palabras, un seminario que intentaba desentrañar el
contenido real, el alcance político, social y militar y el impacto en las
sociedades libres de las nuevas armas que la Unión Soviética había lanzado
con éxito indudable sobre Occidente. Aquellas armas eran en realidad dos
palabras, perestroika (reestructuración) y glásnost (apertura, transparencia).
La organización defensiva occidental estaba perpleja con el éxito inmediato y
planetario que había obtenido la URSS.
Desde entonces me ha preocupado la guerra de las palabras con las que se
dirimen los combates políticos, sociales y económicos. Y en el presente
azaroso de nuestro país no son pocas las armas verbales de destrucción que
emplean los contendientes, con menor o mayor éxito y la capacidad para
enseñorearse del lenguaje como paso previo, pero decisivo, para imponerse
como realidades políticas, sociales o económicas.
Una de las expresiones que me interesa desde hace algún tiempo y que,
ciertamente, ha hecho presa incluso en personas de reconocida cultura y
fundamento y no sólo en el ámbito político, sino en la conversación diaria, es
aquella de “el resto de España”. ¡Con qué naturalidad se utiliza, con qué
facilidad se asume!
Si pensaran quienes la usan (hasta en grandes titulares) que es lo mismo que
decir lo que queda de España, lo que sobra de España, el residuo de España
… se asustarían de sí mismos. Pero no es así, la expresión ha calado en la
normalidad, que es lo que buscan quienes utilizan las palabras como armas.
Y esa utilización hace referencia de manera casi exclusiva cuando el que
habla o escribe ha citado antes a Cataluña (o al País Vasco) de manera
exaltada o hiperbólica.
La habilidad de quienes ponen en circulación estas expresiones está
demostrada. Hablo de nacionalistas exacerbados y e independentistas sin
freno. Han conseguido que la gente asuma su jerga a pesar del sentido
despectivo con que la usan. Sin embargo, cuando hablan del resto de
España, lo que están afirmando es que la parte sustantiva de esa España, la
España por antonomasia, son ellos. Y eso es justo de lo que abjuran.
No me voy a entretener en demostrar con cifras lo infamante y lo falso de la
expresión. Ni demográficamente, ni económicamente, ni culturalmente
pueden considerar que la parte del país que no son ellos es un resto, unas
sobras.
Es lamentable que les dejemos ganar esa guerra de las palabras por simple
ignorancia, por falta de convicciones, por creer que las palabras son inocuas,
no derriban muros, no entran en las casas, no asaltan las plazuelas o no se
refieren a nosotros.
https://www.diarioabierto.es/674389/la-guerra-de-las-palabras-el-resto-de-espana