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El acuerdo social fue posible y es bueno y es avanzado

15/05/2023

Hernando F. Calleja.

Saludo con prudente alborozo la firma del  V Acuerdo para el empleo y la negociación Colectiva (V AENC, en lo sucesivo) entre las patronales CEOE y CEPYME y los sindicatos CC.OO y UGT. Solo el hecho de que haya sido alcanzado y rubricado es para felicitarse en este país hosco y reacio a los acuerdos en el que nos hemos convertido, que ha expulsado de su breve historia democrática una cultura tan necesaria como la del pacto.

Antes de entrar en otros detalles debo significar el cambio de lenguaje que introduce el documento, en el que se dice que la negociación colectiva “es el espacio natural del ejercicio de la autonomía colectiva de las organizaciones empresariales y sindicales y el ámbito apropiado para facilitar la capacidad de adaptación de las empresas, fijar las condiciones de trabajo y modelos que permitan mejorar la productividad, crear más riqueza, aumentar el empleo, mejorar su calidad y contribuir a la cohesión social”. 

Estas afirmaciones creo que están llenas de sensatez y, como digo, de realismo, de positivismo. A lo largo del documento hay materia interesante desde el punto de vista laboral, para afrontar como desafíos y no como amenazas los cambios radicales que esperan a la producción de bienes y servicios en un futuro tan próximo que ya deberíamos llamarlo presente.

Por más conocido y destacado, me referiré al acuerdo salarial para el periodo 2023-2025 y que cumple expectativa que yo tenía como muy remotas, sinceramente. A principios de septiembre del año pasado, publicaba en estas páginas un artículo titulado Es la inflación prevista, señoras y señores, en el que me permitía recordar a los agentes sociales la necesidad de dejar de lado lo que, por aquellas fechas, era una letanía, la recuperación del poder adquisitivo. Lo ejemplificaba con el éxito macroeconómico que supusieron los Pactos de la Moncloa que introdujeron en la metodología negociadora el concepto de inflación prevista.

En el presente acuerdo, sin intervención gubernamental, se ha adoptado este concepto con toda naturalidad, por duro que parezca. Cito la no presencia del Gobierno porque la disparatada subida de las pensiones sobre la base de la inflación pasada, era ciertamente un mal ejemplo. Las cuantías de las subidas salariales, su periodificación y sus garantías recogidas en el Acuerdo creo que despejan los temores a que los salarios contribuyan a la retroalimentación de la inflación.

Me ha interesado mucho el Capítulo IX del  V AENC, titulado Instrumentos de Flexibilidad Interna. El término flexibilidad  estaba hasta hace bien poco proscrito para las centrales sindicales. Su asunción me parece un avance enorme. El documento firmado  reconoce que “los mecanismos internos son preferibles a los externos y a los ajustes de plantilla, por lo que los convenios deberían de disponer de la flexibilidad interna como una herramienta para facilitar la adaptación competitiva de las empresas y para mantener el empleo, su estabilidad y calidad y la actividad productiva…” La asunción por las partes signatarias de estos principios va a facilitar sin duda una menor conflictividad en los convenios a la hora de establecer el tiempo de trabajo, el cómputo anual de la jornada, la movilidad funcional, la negociación de Erte, y otras cuestiones igual de importantes.

Hay otros capítulos sobre los que no me extiendo sobre transición digital, igualdad de sexos, discapacidad. Algunos exigen un texto casi litúrgico en estos tiempos, sin que ello mengüe su importancia, pero permítanme insistir en que este V AENC introduce varios cambios a mejor en las relaciones laborales de un país que tiene que avanzar y quiere hacerlo.

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