Hernando F. Calleja
Las absurdas previsiones temporales para la constitución de las cámaras legislativas prolongan hasta lo ridículo la interinidad política, deja a los ciudadanos extenuados por declaraciones absurdas de unos y otros y, este año en concreto, diluye la ocasión que para cualquier país europeo supone la presidencia del Consejo de la Unión Europea.
Y los resultados electorales, por si fuera poco, conducen a una subasta desbocada para crear mayorías capaces de sobrellevar una legislatura, sin parar en barras en los socios a los que haya que apelar, actúen como actúen y piensen lo que piensen. Solo interesa lo que piden, porque todos piden.
La gran coartada que todos plantean es que una repetición de las elecciones es algo terrible, atroz, una calamidad, peor que una pandemia. Cualquier cosa antes de volver a apelar a los ciudadanos para que, a la vista de sus votos anteriores, puedan reconsiderar individualmente el suyo en busca de una mejor solución política que la que representa un gobierno sometido permanentemente a las claudicaciones ante los que les sostienen el BOE con alfileres.
Como decía, la subasta ya ha comenzado. Y el primer envite de los que se ofrecen a ayudar a un eventual gobierno presidido por don Pedro Sánchez pone patas arriba las cuentas públicas. Se habla sin autoría reconocible de cancelación de las deudas de las comunidades autónomas más entrampadas con el Estado. Es decir, de premiar a las comunidades autónomas que peor han administrado sus recursos y que no por casualidad son Cataluña, Comunidad Valenciana, Andalucía y Castilla-La Mancha. Solo cuatro comunidades que totalizan el 82 por ciento de la deuda que las autonomías tienen contraída con el Estado. Ante tan burdo argumento, otra voz con careta habla de que el Estado condone la deuda que mantienen todas las comunidades, que viene a ser casi lo mismo, dadas las diferencias abismales que hay entre el pufo de las cuatro comunidades señaladas y el que mantienen las otras trece que atienden con más pulcritud la administración del dinero que cada año pagan los contribuyentes.
La respuesta de carrerilla ha sido que el gobierno que salga de las Cámaras, si está presidido por don Pedro Sánchez, redactará inmediatamente una ley de financiación de las comunidades autónomas de nueva planta y que va a dejar satisfechos a todos. Algunos ingenuos pueden pensar, ¡ah bueno!, eso está bien, sin tener en cuenta que a los partidos llamados a dar soporte al señor Sánchez les importa un rábano lo que les toque a los demás, porque ellos exigen que lo suyo sea más, mejor y distinto, muy distinto.
La única variación ambiental en estos momentos la puede introducir la Unión Europea y a ella nos encomendamos. La renovación de las restricciones de déficit y deuda serán un corsé para la gran subasta, en tanto que afectará a los gastos, pero no va a servir de consuelo, porque si nos atenemos a la experiencia reciente, las obligaciones de la Unión, si se cumplen, será a base de que los ciudadanos paguen más impuestos y cotizaciones sociales, no de que la administración ahorre.
Tenemos por delante semanas en las que tendremos que oír bobadas extraordinarias, simplezas sonrojantes, lamentos fingidos, repliegues aparentes…, con un lugar común de todos ellos, la mendacidad. (Y dejo para otros los comentarios que merecen las demandas de amnistía para el héroe del capó y si es posible para todos sus adláteres, aunque éstos importen mucho menos).
¡Comienza la gran subasta!